Editorial de Hugo Santiago Sánchez

Tula está en el momento de su oportunidad. En su reciente visita al municipio, el secretario de turismo a nivel federal, Miguel Torruco, subió a la agenda pública la posibilidad de que la Capital Tolteca adquiera el distintivo de Pueblo Mágico.

Esta distinción es muy importante, pues pondría en el ojo del turismo nacional e internacional, las grandezas culturales, históricas y naturales, que pese a la innegable contaminación, poseen la Cabecera Municipal y sus comunidades.

Desde hace muchos años se buscó alcanzar esta denominación, pero pretextos de los gobiernos federales en turno, lo impidieron. Argumentaron que Tula no era ya un pueblo, si no una ciudad. Que podríamos decir de Tepotzotlán o Zimapán, que igualmente son urbes y consiguieron este mote institucional y umbral del progreso.

Quizás el municipio tiene muchos conflictos ancestrales, pero la virtud de su resiliencia, es precisamente su fortaleza. Pues Tula en sus diferentes etapas históricas (la prehispánica, la colonial, la del ferrocarril y la de las grandes industrias), ha atravesado momentos difíciles, pero eternamente ha salido avante.

Como sus pétreos atlantes, es una ciudad guerrera y culta a la vez. Ha sido, es y será, siempre más grande que sus problemas.

La sociedad civil organizada en general y el gobierno local están en las mejores de sus disposiciones para lograr que Tula sea Pueblo Mágico, y la mayoría de la gente que ha nacido aquí o que ha llegado, siendo bienvenida, ve con buenos ojos el proyecto.

El mote de Pueblo Mágico no es poca cosa. Para empezar, si Tula lo alcanzara, tendría a disposición recursos extraordinarios para mejorar su infraestructura.

Pero no solo eso, sería la ventana ideal para que medios de comunicación, revistas especializadas, influencers, agencias de viajes y un sinfín de promotores turísticos, incluyeran a la Capital Tolteca en sus ofertas, no solo para los visitantes mexicanos, también para los de otras nacionalidades. Desde un punto de vista económico, todo ello se traduce en ganancias para los tulenses.

Hay quién, como es natural en cualquier tema y es muy respetable su opinión (pues la crítica constructiva ayuda a mejorar), está en contra y con sus argumentos refiere muchos aspectos.

Pero la invitación sería a ver más allá, pues habría que considerar que el beneficio sería mayor. Es una oportunidad, como ya se ha referido, de crecimiento.

Ante los severos problemas de contaminación industrial, no hay otra salida de desarrollo para el municipio, que mediante el turismo. Es la industria sin chimeneas, el gigante dormido que nos puede llevar a un progreso, acorde al cuidado del medio ambiente, con empleos bien pagados y con la oportunidad de fomento de las presentes y futuras generaciones, sin recurrir a la migración.

Ejemplo de ello, hay muchas poblaciones en México, que tuvieron un antes y un después de la denominación de Pueblo Mágico. En corto, está Real del Monte o Huasca de Ocampo.

Si a Tula le preguntan por historia, tiene hasta dos mil años de trascendencia con la presencia de las culturas teotihuacana, tolteca, azteca y hñähñü, que tiene por muestra más evidente su Zona Arqueológica.

Luego su pasado colonial y el que siguió tras la independencia. Si cuestionan sus aspectos naturales, como un sencillo ejemplo están Los Órganos, el río Rosas y su Parque Nacional. Si se inquiriera por su gastronomía, tenemos hasta para saciar los más selectos paladares en su barbacoa, sus insectos, sus tacos de cabeza de res, y hasta el pulque, que aquí se inventó.

Si quisieran saber de sus leyendas, tiene tantas o más que Guanajuato, en sus casonas, en sus calles, en la cumbre del cerro del Tesoro y en el Xicuco, que aunque es de Tezontepec de Aldama, está vinculado milenariamente a la Tollan. De artesanos y artistas, los hay y de la mejor maestría.

El beneficio de ese mote no solo traería mayor turismo e inversión a la Capital Tolteca, también generaría la inercia de que prestadores de servicios de todos los ramos, pero especialmente los turísticos, mejoraran su oferta.

Asimismo detonaría la creación de una cultura turística, una buena atención al visitante.

Pese a la tragedia por los lamentables decesos y económica que trajo la inundación, hoy Tula puede dar el paso a su futuro.

Contaba el sabio dos adagios (que bien pueden ocuparse ahora), que son precisamente las crisis el momento de mejor crecer, con la experiencia de lo vivido. Y que cuando te llaga una oportunidad, no debes desaprovecharla, pues nunca sabes cuando vuelve a presentarse. Aveces nunca más.

Por ello sería ideal que el pueblo de Tula se sumara y concretara esta acción. Pero tomando en cuenta dos aspectos.

Uno, el de la practicidad, que refería Eloy Hernández (+), tulense que siempre creyó en la grandeza de su tierra. Y el segundo del dicho del escritor Máximo Martinez Rosas (hidalguense asesor de turismo en el mejor de los momentos de México), el progreso compartido.

Es decir, que el turismo no solo sirva de acicate para los prestadores de servicios consolidados, si no para todos los sectores de la sociedad en general.

Que las fondas se conviertan en restuarantes, que los meseros tengan mejores propinas (hasta en euros o dólares), que los comercios ganen más con más clientes, que los artesanos mejoren los precios de sus obras de arte, que quién tenga un cuarto de tiliches, lo transforme en una habitación para el turista. Sobran las aplicaciones del celular, que eso permiten.

El destino está esperando a Tula, y es hoy, no un impredecible mañana, en que se pueda concretar.

Obviamente de lograrlo, no será responsabilidad de los empresarios, del gobierno, de nuestros líderes, es la convicción y el trabajo de todos los tulenses para sumarnos a las labores Pro nuestra tierra, Pro Tula, Pro Pueblo Mágico.

Quizás ello nos permitiría acercarnos a alcanzar ese cenit que lograron los toltecas, cuya urbe fue conocida en todas las latitudes de su tiempo y pasó a convertirse en leyenda y ejemplo para metrópolis precolombinas, sin mayor pretensión y como real ejemplo, para Tenochtitlan, Capital Azteca, hoy la CDMX.

Queda en nosotros, como hijos de este lugar y herederos de un legado increíble, en promover que Tula, sea un ejemplo de unidad, una muestra de crecimiento, mediante la denominación de Pueblo Mágico.