Por Karina Santiago Martínez

El 14 de marzo , en la comunidad de Santa María Macua, se llevó a cabo la ceremonia y la preparación del tradicional chocolate para la celebración de la Mesa del Señor San José, en el marco de la feria del 19 de marzo.

Desde tempranas horas, los mayordomos fueron acompañados en la preparación del famoso chocolate, iniciando aproximadamente a las 10 de la mañana, cuando regresaron al oratorio con las donaciones de la comunidad (ingredientes).

Hincados, los mayordomos realizaron el incensado dentro y fuera del oratorio.

Posteriormente, las señoras encargadas del chocolate hicieron lo mismo, marcando así el inicio del ritual para la colocación del chocolate.

Las ollas utilizadas son de barro, previamente curadas con cal, y cada mayordomo actual llevó a cabo el incensado de su respectivo fogón, antes de que sus compadres o los nuevos mayordomos los ayudaran a encender el fuego.

Es importante destacar que el fogón debe ser encendido con las brasas del asomador de cada mayordomo, sin el uso de cerillos, encendedores o papel.

El mayordomo mayor cuenta con dos ollas: una destinada a la repartición de las ofrendas en la iglesia y en el oratorio, y otra para compartir con la comunidad que acompaña en este día especial.

Cada mayordomo dispone de su propia olla, pero la última es compartida entre todos, y su fogón es encendido en conjunto. Las ollas se llenan con agua previamente transportada al oratorio y se coronan con las “cuelguitas” utilizadas en la ceremonia de llegada de las imágenes al oratorio.

Antes de colocarlas en los fogones, se realiza una cruz con cada olla como parte del ritual.

Una vez calentada el agua, las señoras del chocolate proceden a contar y distribuir equitativamente el chocolate, la canela, el azúcar y el piloncillo en cada olla.

La olla mayor es reservada para San José en esta ocación, y para la Virgen María en la fiesta de septiembre.

Nos mencionan que anteriormente se distribuían 365 chocolates en las siete ollas, representando los días del año y cada olla los días de la semana, respectivamente, cuatro kilogramos de azúcar simbolizaban las estaciones del año.

Sin embargo, debido al crecimiento de Santa María Macuá y a la naturaleza comunitaria de la festividad, ahora las donaciones se distribuyen en partes iguales entre las ollas.

Para evitar que el calor dañe los ayates con los que se transportan las ollas, se colocan sobre siete pencas de maguey asadas en los fogones.

Mientras tanto, se parte el piloncillo en metate para facilitar su disolución y se limpian los chocolates. Durante esta preparación, algunos mayordomos cambian las vestimentas de las imágenes de San José y la Virgen María en el oratorio, mientras otros limpian los candeleros y reemplazan los cirios. Finalizado el ritual de preparación, se realiza un recorrido con las canastas desde la primera casa del mayordomo mayor hasta el oratorio.

Para ingresar las ollas de chocolate, se retira un poco de su contenido en botes, reduciendo su peso y minimizando el riesgo de quemaduras. La introducción de las ollas al oratorio es responsabilidad exclusiva de los mayordomos hombres, quienes las transportan en ayates de ixtle, mientras que las mujeres incienzan el recorrido.

Cabe destacar que este año se utilizaron 63 paquetes de chocolate Abuelita (con 10 piezas cada uno), cinco piloncillos y un kilogramo de azúcar por olla, exepto la olla mayor, esa no contiene piloncillo. El proceso de cocción requiere constante movimiento para evitar que el chocolate se pegue.  En la comunidad de Santa María Macua, esta ofrenda simboliza el pan (las tortillitas), el pescado (los tamalitos) y el vino (el chocolate), en alusión a la multiplicación de los alimentos que menciona la Biblia.

Además, representa una forma de agradecer por las cosechas y pedir abundante lluvia para los cultivos. Más allá de su significado religioso, el chocolate también representa el compromiso entre los mayordomos actuales y los nuevos.

En la ceremonia, se entrega una canasta con tortillitas y tamalitos, junto con un jarro grande de chocolate de la primera olla, como muestra de apoyo y responsabilidad compartida.

El brindis se realiza después del rosario, momento en el que los nuevos mayordomos reciben su canasta y pronuncian palabras de agradecimiento y compromiso. Posteriormente, cada mayordomo, junto con su compadre, reparte el chocolate entre los asistentes, mientras que las mayordomas distribuyen las tortillitas y tamalitos, cerrando así este importante ritual de la comunidad.